martes, 9 de junio de 2015

De princesas, mujeres e icebergs

Autor: Martes de cuento
Twitter: @MartesdeCuento


No solo me molesta el ataque continuo a los cuentos de hadas clásicos protagonizados por princesas, algunos de los cuales dan 500 mil vueltas a más de uno actual, sino que esta animadversión hacia ellos me preocupa profundamente. 


Defiendo que los clásicos ni están obsoletos, ni son perjudíciales, e insisto en que deberíamos guiarnos un poco más por la calidad literaria y no tanto por algunos supuestos valores a la hora de elegir un buen cuento para el público infantil.

La superficialidad de la que hacen gala aquellos que los demonizan, sin pararse a valorar el contenido en toda su dimensión, y lo que es aún peor, los que directamente aplican en ellos una mala censura desde la óptica adulta, llena de prejuicios y a años luz de la mentalidad infantil, pone de manifiesto el perfil de nuestra sociedad occidental, tan llena de contradicciones y tan tendente a la moral de quita y pon, adaptable a la conveniencia individual según las circunstancias.

Intento explicar mi punto de vista con la brevedad a la que me obliga este artículo y dejo la puerta abierta a futuras reflexiones sobre este controvertido y complicado tema.

Cuando un niño lee, sabe que lo que tiene entre sus manos es pura fantasía y no obstante, de forma inconsciente busca en los libros, además de diversión, referentes aplicables a sí mismo que le sirvan de ejemplo para superar sus conflictos y miedos, desechando aquello que no le es útil e incorporando a su psique lo que sí le sirve; exactamente igual que hacemos los adultos cuando nos enfrentarnos a un texto.

Si el niño lee que la gente vuela, estará, tal vez, superado el miedo a separarse de sus padres. Cuando regrese a la realidad constatará que volar es pura fantasía para un ser humano, pero habrá obtenido un provecho inconsciente de esa lectura y se habrá fortalecido.

Si el cuento le cuenta que una mujer limpia la casa de unos enanos, es muy posible que aprenda el valor de la amistad, de la solidaridad y de la colaboración pero, además, al volver a la realidad constatará, de paso, que las mujeres, efectivamente, suelen limpiar las casitas y cocinar. La culpa, entonces, a quién se la debemos echar, ¿al cuento que ha leído o al ejemplo real que está recibiendo?

¿Las princesas de los cuentos son de verdad las culpables de que las mujeres no hayamos podido todavía liberarnos del yugo de ser vistas, y lo que es peor, de vernos en muchos casos a nosotras mismas como muñecas pasivas, complacientes, inferiores, cursis y señoras de su casa?

Pensar de ese modo es reducir al mínimo el problema y echar la culpa a lo más superficial, fácil e inmediato cuando, de hecho, es solo la punta del iceberg, porque seguimos alimentando la raíz del problema echando gasolina a ese fuego mientras intentamos apagarlo con dos gotas de agua escribiendo un cuento que reivindica, solo sobre el papel, la posición activa de la mujer en nuestra sociedad.

¿De verdad pretendemos cambiar la forma de pensar de los pequeños con una fantasía sobre princesas liberadas mientras el modelo real que les ofrecemos es el de la mujer que tiene horror a las canas, a las arrugas, a tres quilos de más o que no aceptan su aspecto y lo cambia continuamente con cirugía para tener contento a su príncipe azul? ¿Acaso somos conscientes de que nuestros actos son los que de verdad transmiten toneladas de actitudes machistas y que son estas la referencia real para los niños? ¿Renunciamos a la superficialidad e inutilidad de ciertas cadenas estéticas o sociales que nosotras mismas nos autoimponemos? Porque ese es, ciertamente, el mensaje que les estamos ofreciendo a nuestros hijos. Las denostadas princesas de los cuentos están hoy más vivas que nunca reencarnadas en muchas de las mujeres que las reprueban horrorizadas.

Podemos condenar al ostracismo a Blancanieves y a Cenicienta. Encerrar bajo siete llaves a Bella y a Rapunzel. Incluso podemos quemar de nuevo a todas las brujas en la misma hoguera que los cuentos clásicos, emulando Fahrenheit 451 y, seguidamente, dedicarnos a escribir sobre mujeres valientes, autónomas y liberadas, que si la realidad nos sigue contradiciendo, será esta la que prevalecerá sobre la ficción y será ese el modelo que seguirán los más pequeños.

Mi punto de vista es que hay que fomentar la buena lectura para construir personalidades críticas, con nosotros mismos y con nuestro entorno, y, sobre todo, predicar con el ejemplo, para no ofrecer mensajes contradictorios. Porque es, precisamente, nuestro ejemplo lo que más educa. Leer es un además, que nos permite disfrutar al mismo tiempo que vamos creciendo y transformándonos como personas, tal y como ya reflexioné en mis artículos anteriores “¿Para qué sirven los cuentos?” y “La aventura de la lectura; un viaje a nuestro yo

4 comentarios:

  1. #Martes, puede que el debate sea que las niñas ya no quieren ser princesas (Sabina dixit)

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    1. El tema, +Jerby B, es que no son las niñas las que deciden ser o no ser princesas, es que son lo mayores los que deciden por ellas que no deben serlo. Los niños son pequeños, pero no tontos y saben distinguir perfectamente la realidad de la ficción. Lo mejor es darles bueno literatura, sea de princesas, de niños come libros o de piratas y que ellos, antes todos esos modelos se construyan una mente capaz de discernir lo que quieren para forjarse su propia personalidad, tal y como ya comenté en artículos anteriores. ¡Gracias por comentar! :)

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  2. Los cuentos de hadas son un claro ejemplo de lo que se puede hacer con la imaginación, y forman parte de un aprendizaje sano y equilibrado.
    Particularmente creo que si no hubieran pasado por mis manos montones de libros de fantasía, muchos de ellos considerados cuentos de hadas, no sería quien soy hoy, ni habría llegado a tener un pensamiento creativo.
    Condenar los estereotipos no beneficia a nadie.

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    1. Estoy completamente de acuerdo contigo en que la imaginación que desarrollamos a partir de la lectura nos hace ser quienes somos. Al fin y al cabo, antes de emprender cualquier tarea la imaginamos y eso es pura fantasía antes de concretarse en una realidad.
      ¡Gracias por comentar, franyv.

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